domingo, 10 de junio de 2012

IV. EL EXPERIMENTO


IV. EL EXPERIMENTO

¿Es entonces éste el núcleo o un derivado más dentro de la enredadera?

Triunfó la estupidez del actor Hombre y su cólera de fuego sembró rayos exterminadores en los caminos de la tarde, donde paseaban los prodigios y las quimeras. Cenizas iguales fueron para la Muerte, animales, plantas y humanos. Y de todo esto quedan unas cuantas palabras:
Tened cuidado con el Hombre29
(Aridjis, 1989)



Una vez llegada la última de la secciones, la de El Experimento, se ha especificado cada uno de los pasos dentro de este confinamiento conceptual que el CDI  representa en el PSS, y es en esta parte donde pondré en juicio los valores de los juicios y las decisiones, puesto que no solamente se consiguen los cometidos que el ser se había venido planteando desde un principio de la narrativa, sino que también nos encontramos en un lugar donde mirar para atrás, recordar, claudicar, es considerado imposible (aunque pueden ver el capítulo final sobre los spin-offs), pues las elecciones han sido realizadas, ahora solo quedará esperar a que termine el ciclo presente y quizás desde lejos presenciar un ciclo próximo que atravesará nuevamente cada una de las secciones para volverse conejillo de indias; pero este espectáculo será puesto ante los ojos de los conejillos sin posibilidad de intervención o disrupción del mismo.

Como ya había mencionado en la estructuración previa, el acto IV se divide en 4.1 El Aislamiento y 4.2 La Experimentación; siendo en el primero el momento exacto justo después de la Gran Transformación (3.2), y es el enclaustramiento del ahora conejillo de indias; mientras que el 4.2 ya narra la vida de los conejillos dentro del campo de concentración que representa el PSS, o bien explícitamente: la sociedad; teniendo este acto dividido en 5 subactos que se dividen en ironía, manipulación mental, infraestructura social, tortura y finalmente, lo que venía mencionando en el párrafo anterior, la perspectiva de la maduración.
Mediáticamente las piezas ya usan los requerimientos de los que parte la conceptualización del conejillo en su totalidad, recordando que habíamos partido de la influencia del trabajo de dirección artística de Rob Sheridan con Nine Inch Nails de la gira Lights in the Sky, The Wall, de Roger Waters, y óperas como Der Ring des Nibelungen, y hasta la ópera monumental de Carmina Burana, la versión del director Walter Haupt, donde la grandilocuencia y el espectáculo generado en escena concretizan perfectamente la narrativa de la pieza. Y es en referente a esto que la construcción escénica regresará como protagonista de las piezas, contando con métodos como la sonorización de los espacios intervenidos por el público, pues la audiencia sigue siendo un factor importante en la construcción artística, ésta vez su papel participante no es el de la inclusión como elementos propios (del artista) sino que su valor como tal es “ser espectadores”, las piezas se hacen para tener audiencia, y la audiencia es parte indispensable en la “puesta en escena” de los dos performances; teniendo también entre las construcciones que vienen de las influencias mencionadas el uso de la pantalla y del video en el acto como partícipes de estas construcciones visuales que se necesitan para el replanteamiento del espacio que ahora se torna el interior del CDI, la jaula del PSS; entre otros parámetros a tratar en cada apartado de las escenas específicas.

Conceptos de inclusión, que menciono antes, pueden hacer referencia directa una vez más al teatro incluyente de la crueldad de Artaud, pero es más en los conceptos de concepción prefabricada de la espectacularidad del acto, donde puedo hacer más mención de ideas sobre un imperio de seducción y de la obsolescencia, la sociedad del espectáculo, que menciono a Jean Baudrilliard diciendo “La sociedad del espectáculo es la realización absoluta del principio del fetichismo de la mercancía” y “No vivimos ya la sociedad del espectáculo... como tampoco los tipos específicos de alienación y represión que ésta conlleva. Podemos presumir que ello se debe a que conceptos como los de alienación y represión presuponen la existencia de algo alienado o reprimido”30, en contrariedad a los situacionistas, y en específico Guy Debord, comenzando su libro “La Société du Spectacle”, que mencionaban “Toda la vida de las sociedades dominadas por las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos”31. Alienación, supresión de la personalidad, y represión generadas por la necesidad de inclusión que el CDI ha denotado durante toda la pieza; Baudrilliard menciona el cese de la existencia de la sociedad del espectáculo que Debord aborda en su texto, sin embargo, la sociedad prefabricada no dista, desde una perspectiva alineada con lo que trato dentro de este texto, de los conceptos de recreación de la sociedad para contemplación y complacencia de la misma. Debord habla de que “el espectáculo en general, como inversión concreta de la vida, es el movimiento autónomo de lo no-viviente”31 (Debord, 1967), mientras que sobre el simulacro del mismo, Baudrilliard menciona que los espectáculos son objetos de consumo, igualándose a los simulacros de la realidad, en el simulacro social diciendo que “domina una mera apariencia de la verdad, que además, esconde que solamente es una apariencia, y así desvía la atención de la única realidad posible, la cual resulta propiamente el propio simulacro”. Contemplando nosotros aquí lo similar que resultan sus escenificaciones de un teatro que se asume como realidad, revertido en las metáforas del conejillo para usarse de manera que la realidad es un teatro sobre “la realidad”.

“El espectáculo se muestra a la vez como la sociedad misma, como una parte de la sociedad y como instrumento de la sociedad, siendo expresamente el sector que concreta todas las miradas y todas las conciencias. Precisamente porque este sector que está separado es el lugar de la mirada engañada y de la falsa conciencia; y la unificación que lleva a cabo no es sino un lenguaje oficial de la separación generalizada”31 Continuando con Debord para seguir extendiendo la temática del papel del espectáculo dentro de este apartado, éste es definido como “el corazón del irrealismo de la sociedad real”, “una justificación total de los fines y condiciones del sistema existente” o “En el mundo realmente invertido lo verdadero es un momento de lo falso”31(p.4), teniendo un símil directo estos planteamientos con la idea del sistema del PSS, el cual es el epicentro, el eje exacto del deseo sembrado de pertenecer y no ser libre; es una justificación absoluta para todos los cuestionamientos dentro del ¿porqué? O ¿para qué? En una realidad planteada así, donde todos los ideales de libertad y de justicia, que hemos venido estudiando a lo largo de la historia, son solo escenarios que ocultan que todo sigue tan torcido como estaba desde el comienzo de los tiempos, una verdad que la justicia estudia, como lo es la veracidad o la libertad, es algo repudiada en el mundo del conejillo, teniendo con esto las comparaciones entre lo dicho por Debord y lo que hemos hablado sobre el Conejillo. Y párrafos y párrafos se podrían escribir sobre el conejillo en comparación con pensamientos de Artaud, Debord, Baudrilliard, Nine Inch Nails, y hasta un vínculo directo que procede de los Animaniacs, pero la cuestión generalizada sobre la sección del Experimento dentro de la pieza del CDI ha quedado, pienso yo, bien especificada, ya será en los textos sobre El Aislamiento y La Experimentación, con cada una de sus respectivas ramificaciones, que podremos profundizar más a fondo en las comparaciones, y en los parafraseos como puntos de partida para la conceptualización/corroboración/explicación del contexto interno en la realidad de los conejillos que el PSS tiene a su disposición.

“No se trata de una concepción finalista sino melódica, en la que ya no se sabe lo que es arte o naturaleza: Hay contrapunto cada vez que una melodía interviene como motivo en otra melodía (…), estas relaciones de contrapunto unen planos, forman compuestos de sensaciones, bloques, y determinan devenires”32 (Deleuze, 1993)

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